Tenía que ser en León. Así lo había prometido a sus amigos, a sus compañeros del Colegio Universitario y de la Facultad, así lo prometió a su compañero de piso en sus primeros años de trabajo, tan jovencitos y tan llenos de ilusiones. Que ahora su compañero sea el alcalde de la ciudad protagonista, o que su compañera fuera concejala del mismo Ayuntamiento, que ninguno de ellos, incluido Santiago, coincida en ideología política, o que el presentador del evento, otro compañero querido, fuera el director de la Biblioteca de la Universidad, es circunstancial. Que se aprecien así es increíble. Tanto, que al escribirlo se parece demasiado a la ficción. Es como si el autor de Agradecimientos, es decir, el del Manual del Buscador de Oro, viajara a su ciudad para presentar su nueva novela, y es ese el panorama que se encuentra. No se escribió, es demasiado fantástico. Pero sí se vivió y se disfrutó. Gracias a Mariluz, otra del grupo aquél (pero no otra más, acaso el hada que hizo el conjuro para unir vidas y circunstancias), tenemos constancia.