martes, 7 de septiembre de 2010

El principio de una novela o cuento : IV parte

Memories, por Inga Nielsen


Hasta el momento estamos observando ejemplos de comienzos de relatos en los que hay algún elemento disturbador de la realidad cotidiana. ¿Cómo? Introduciendo personajes aparentemente normales que muestran su anormalidad a través de la aparición de un objeto, o bien haciendo coincidir la vida de dos personas cuyos destinos se mostrarán a pesar de la misteriosa actitud de una de ellas; lo hemos examinado también con la técnica de descolocar -que nunca engañar- al lector mezclando elementos que, sólo teóricamente, cree inmutables, como es el caso de nuestros dos hombres prehistóricos, uno más unido a sus creencias, el otro más preocupado por salvar su pellejo en un relato que se aventura detectivesco...

Existe otra manera de descolocar al lector, pues ocurre ya muy a menudo que éste esté muy acostumbrado a comienzos fulgurantes: simplemente no pasa nada, o, mejor dicho, lo que pasa es una descripción de unos hechos objetivos: un grupo de hombres y mujeres viajan a través del espacio interestelar a una distancia sin vuelta a la Tierra. La jerarquía militar de estos viajes hace que el capitán del bajel ordene y mande con mano de hierro, escribiéndolo todo de forma sucinta pero real en su cuaderno de bitácora, con lo que nos vamos haciendo con una idea muy aproximada de quién es cada personaje. La inclusión de los dos únicos no humanos -la computadora Clara y el gato Flecha, mascota de la tripulación, no hace sino hacer más verosímil un relato en el que -aparentemente - no pasa nada.

Esto es precisamente lo que debe inquietar al lector, que espera algo más. Veamos, sin más dilación de tiempo, el comienzo de este relato correspondiente a las páginas 21 -24 de mi Manual del buscador de oro:

En pocos minutos van a dar el salto hiperespacial que les transportará al centro del núcleo de nuestra galaxia. Ello significa que se encontrarán a una distancia de treinta mil años luz de la Tierra; adiós definitivamente a los seres queridos, a los paisajes actuales, a una forma de vida. Si algún día vuelven, todo habrá cambiado en la Tierra. Están irremediablemente solos en la negrura del espacio sideral. No saben qué encontrarán. Todo esto ya lo sabían desde que abandonaron la base lunar. Ahora no queda más que esperar. El ordenador central les asegura una y otra vez que todos los cálculos son comprobados cada minuto y que no hay error alguno. Alcanzarán una zona relativamente pobre en estrellas -de tres a cuatro por cada año-luz recorrido en cualquier dirección-, lo que reduce a un 0,0001749245 % las posibilidades de ser tragados por un sol en el momento de la emergencia del hiperespacio. Claro que la máquina no conoce todos los planetas del tamaño de Marte y, mucho menos aún, las miríadas de asteroides, cometas y nubes de polvo que podrían desviar fatalmente el rumbo de la nave.
Todo eso no es lo más grave; pulvis eris et in pulverem reverteris; los campos gravitacionales pueden ser tan poderosos que su vida, si la vida es tiempo, se vea eternamente reducida a una congestión de tal magnitud que pueden pasar miles de años intentando salir de la atracción de una estrella de neutrones. Su única ventaja: para ellos el tiempo sería el de siempre y nadie viviría esas descomunales cantidades de años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos. Su vida sería como la de cualquier otro mortal, el viejo silogismo no habría perdido su vigencia en el espacio. Son jóvenes y están bien alimentados y cuidados; pueden llegar a edades terrestres avanzadísimas sin haber podido salir nunca de la nave, sin haber hecho prácticamente nada, aburridos y temerosos de la naturaleza.
Ya están en sus cápsulas protectoras. Todo refulge en la nave y en un abrir y cerrar de ojos ya están lejísimos, solos para siempre, sin retorno posible. Algo aturdidos salen de sus capullos y el ordenador central se atreve a levantar los grandes paneles que cubren los ventanales de la torre de mando. Una visión plagada de soles lejanos les recibe. Los hay por miles. A partir de ahora tendrán que decidir por sí mismos dónde ir; nada de todo esto está cartografiado y deberán elegir un sol pequeño, poco caliente y amarillento como el nuestro para examinar sus planetas uno por uno y observar si tienen vida inteligente. Si ésta existe, tendrán que decidir si es agresiva o pacífica; en este último caso la estrategia de toma de contacto será decidida después de un minucioso estudio. Si no hubiera vida inteligente, habrán de desplazarse a otro sol, esta vez sin los motores hiperespaciales, con lo que su viaje sería largo y tedioso, repleto de partidas de ajedrez, de lecturas mil veces leídas, de música sabida de memoria, de sexo virtual y de ejercicios en la zona de gimnasios. Y volver a empezar.
Pero todo esto lo sabían ya antes de salir de la Tierra. Ellos han elegido un camino trillado. Se han vuelto juez y parte de su propia existencia.


Cuaderno de bitácora (extractos elegidos y censurados por el Capitán Kristian):

15 de febrero de 2276
Hemos salido del campo hiperespacial. Knut, mi segundo, me asegura que todo está en orden. Wilson, el ingeniero astrofísico, espera mis órdenes para marcar rumbo a la nave.

16 de febrero de 2276
Knut, mi fiel segundo, me asegura que Jonathan, el mecánico, está pasando por un período depresivo. He ordenado a la doctora West que lo examine atentamente y que le ofrezca tareas sin estrés. No hay mucho que hacer en la nave, ahora que nos dirigimos a la estrella 7894GDX.

18 de marzo de 2276
Jonathan, mecánico y pastor religioso, ha hecho una tentativa de suicidio. Intentó entrar de noche en el despacho de la doctora West; Flecha, mi gato, se enroscó en sus piernas y le hizo caer. El estruendo despertó a todo el mundo. Le tenemos bajo vigilancia especial, aunque no creo que sea necesario: está atiborrado de pastillas que West le proporciona bajo mano. No se entera de nada.

21 de marzo de2276
Nadie sabe qué día de la semana es. Podríamos verlo en el ordenador, pero ¿qué más da? Jonathan le ha adjudicado el domingo y nos ha reunido a todos en la nave central, cerca de los grandes y altos invernaderos, lo más parecido -muy lejanamente- a una iglesia. Nos ha hablado de la grandeza del Señor, que permite que unos extraños como nosotros ensuciemos los caminos de las estrellas, que no pertenecen sino al Altísimo. "Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen"; él no se considera metido en el grupo, lo que no le quita la razón: no tenemos ni idea de dónde vamos, de a qué vamos y si todo esto merece realmente la pena. Al final, su discurso se volvió tan exacerbado y vehemente que cayó redondo al suelo con una crisis de epilepsia. La doctora West tuvo que atenderle, con lo que el oficio dio a su fin. Le he pedido un informe completo a la doctora; así tendremos algo que hacer.

1 de abril de 2276
Wilson ha revisado sus cálculos. Pretende que estaban equivocados y que nos dirigimos a una porción del espacio donde no hay ninguna estrella. Me ha pedido permiso para modificar el rumbo, pero he decidido fijarlo yo mismo. Mientras tanto, le he impuesto a Wilson siete días de arresto por grave negligencia profesional. Jean-Paul, enfermero y preparador físico, me recuerda que hoy, primero de abril, es el día de las bromas. No entiendo para nada su razonamiento. Le he echado de la posición de mando con cajas destempladas.

7 de abril de 2276
No es sencillo fijar un rumbo. Al menos, he llegado a ver que Wilson tenía razón en su error. Ha cumplido religiosamente sus siete días de aislamiento. Ahora le ayudo en los cálculos. Parece que la tensión se ha rebajado en la nave.

17 de abril de 2276
Clara, la computadora de a bordo, habla con unos y con otros. Su voz tranquila y melosa nos hace sentir mejor. Cartografía cuanto se ve y también lo que no se ve. Por el momento, no ha detectado ninguna emisión de radio que pueda indicarnos la presencia de un mundo inteligente. Clara juega también con Flecha: le muestra un haz de luz y el felino se vuelve loco persiguiéndolo. Según la computadora, con esto Flecha hace ejercicio y está adelgazando progresivamente. He hablado de ello con Jean-Paul: me ha mirado como si yo fuera un bicho raro: "No sé nada de gatos". Le he arrestado por tres días.

18 de abril de 2276
Clara ha lanzado una alerta naranja. Una pieza del alerón lateral izquierdo ha perdido un tornillo y corremos el riesgo de perder la pieza entera y de no lograr encauzar la nave en su rumbo correcto. La única posibilidad de arreglo es salir fuera. Cualquiera de nosotros puede hacerlo, hemos sido entrenados especialmente para ello. Pido un voluntario y Knut se presenta el primero. La salida tendrá lugar dentro de doce horas. Clara la dirigirá.

18 de abril de 2276
La pieza está a punto de soltarse, Clara nos urge: la salida tiene que efectuarse inmediatamente. Knut se viste deprisa y corriendo. Su caja de herramientas consiste en un martillo y en un destornillador. Saldrá por la escotilla de expulsión de cola. La operación no debe durar más de diez minutos, quince a lo sumo. Clara nos la retransmitirá vía holográfica.

19 de abril 2276
La operación ha sido un rotundo fracaso. Knut salió de la nave, se dirigió al alerón lateral. Atornilló fuertemente la pieza que se estaba desgajando y cuando volvía, un falso movimiento hizo que el afilado titanio del alerón le hiciese un tajo de considerables proporciones en la pierna derecha.  Horrorizados, vimos desde la sala de mando cómo Knut iba soltando aire y sangre a la altura de la cadera. Clara empezó a emitir un sonido de sirena ensordecedor, todos fueron hacia la entrada de la escotilla y West corrió hacia su quirófano. Aún está intentando salvar la pierna de Knut. He ordenado a Clara un informe exhaustivo, con el fin de depurar responsabilidades.

20 de abril de 2276
La doctora no ha podido hacer nada por salvar la pierna derecha de Knut. Después de ocho horas de intervención, el riesgo de gangrena era enorme y tomó la decisión de amputar a la altura de la cadera. Por desgracia, no tenemos posibilidad de clonar su miembro. Jean-Paul se encargará de fabricarle una muleta. He ordenado a West que me escriba un informe exhaustivo, con el fin de depurar responsabilidades.

22 de abril 2276
Clara me ha presentado su informe. Por un lado alega que se trató de un falso movimiento de Knut, totalmente imprevisible. Por otra parte, dice que las casualidades no existen. Entonces, ¿qué pasó? He decidido infligir a Clara un autocastigo, obligándola a reprogramarse lingüísticamente. Le ha llevado horas de duro esfuerzo en sus circuitos. Como consecuencia de la falta de ayuda para reprogramarse, sus sistema fonético ha sufrido una mutación y desde hoy pronuncia la erre a la francesa. Le da vergüenza e intenta desesperadamente buscar palabras, sinónimos y antónimos sin dicha letra. Le he hecho cantar "El turrón de Tarragona les gusta a los perros de mi tierra".

24 de abril de 2276
Cuando, después de levantarme, me dirigí a mi mesa de mando, me encontré con que West me había dejado encima de ella una copia de su informe. La había hecho pasar por el registro de entrada, debidamente sellada y fechada. Alega que las posibilidades de que Knut hubiera muerto si no le hubiera amputado la pierna eran de un 99, 9998 %; en caso de haberse arriesgado, las posibilidades de de vida de Knut se hubieran reducido a un 0, 0002 %. Su decisión, por tanto, me parece correcta. No así sus formas: ¿por qué ese interés en que su informe conste en los archivos de la nave? He decretado su arresto por cuatro días cuando Knut se haya recuperado.


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