miércoles, 21 de julio de 2010

La música cajún: mi gran pasión

Siendo bien joven , con tan sólo veintitrés años, aprobé la primera de mis dos cátedras de francés. En este caso era para Bachillerato y fui destinado a Avilés, en Asturias, bella ciudad entonces sin mucho atractivo cultural. Al lado de mi casa, para mi gran suerte, había una buena tienda de discos y allí descubrí a los  "Frères Balfa", un grupo de Luisiana, estadounidenses por lo tanto, que cantaban y hablaban francés como lengua materna. Mi interés como lingüísta y como profesor de francés se despertó súbitamente ante tal descubrimiento -del que yo no tenía más que vagas nociones. Durante años recopilé la música de estos descendientes de  franceses expulsados de Nueva Escocia (Canadá) en 1750, en virtud del tratado de Utrech (por el que Gibraltar pasó a manos británicas). En 1755, después de una larga y triste diáspora, se reunieron en Luisiana, a la sazón bajo dominio español y cultura francesa. Fueron enviados a las zonas más insalubres del enorme delta del Mississippi, prácticamente inaccesible, lo que les permitió conservar su lengua de origen y cultivar sus tradiciones y cultura hasta el día  de hoy. En la actualidad, cerca de un millón de personas siguen hablando francés en el sudoeste del estado y su música es cada vez más conocida. A finales de la década de los 90 comencé a dar en mi centro de trabajo -la Escuela Oficial de Idiomas de Valencia- una serie de conferencias-audiciones sobre la lengua, cultura y música de estos sin tierra (que siguen llamando a sus compatriotas anglófonos "les américains"). En 1999 me decidí a pegar el gran salto y asistir al II Congrès Mondial Acadien. Allí escuché a los mejores, hablé con ellos, me imbuí de su música y de su peculiar francés en un viaje inolvidable. A mi vuelta a Valencia, la decisión estaba ya tomada: formaría el primer -y único- grupo de mucica cajún en España y uno de los cuatro o cinco que existían en toda Europa. "The Cajun Alligators of the River Turia" acababan de nacer, con un violinista irlandés, un guitarrista valenciano, un batería también de la tierra, un bajista de Xàtiva y un acordeonista-pianista y flautista bonaerense. El cantante era yo mismo, por mi dominio del dialecto francés luisianés y por mis conocimientos culturales. Actuamos pocas veces, con gran éxito. Desgraciadamente el grupo de desmembró aunque aún quedaran actuaciones pendientes.
Os muestro programas, letras de canciones, canciones tomadas en vídeo de nuestra extraordinaria actuación en el Intitut Français de Valence. Por ahora sólo hay dos canciones, os iré poniendo más.

miércoles, 14 de julio de 2010

Jardin du Luxembourg

L'Albufera

Cabo de Palos



"Mariajo es la mujer de mi hermano Felico. Cuando Carlos y Luis vieron que la Guardia Civil empezaba a merodear por el pueblo y a preguntar por los comercios, se reunieron con mi hermano en la rebotica de la farmacia de Mari Cruz. Yo me había quedado dormido después de haberme duchado y comido. Entre todos ellos -también estaba presente el marido de la boticaria- decidieron que lo mejor era esconderme en el piso que los pintores nos alquilaban por los veranos a Lola y a mí. El traslado se efectuó por la noche; Carlos y Luis me dieron un juego de llaves -en realidad, una sola, que estaba en una argolla que, a su vez, estaba pegada a la cabeza de un muñequito de Mickey Mouse- y allí me metí evitando ser visto por los dueños de los bares que rodeaban el pequeño complejo de apartamentos situados enfrente de la playa."

Paris, Rue du Chat qui Pêche



"Mi contacto en París, un francés llamado Lefevbre, que se encargaba de los españoles porque había aprendido a hablar castellano cuando estuvo de voluntario en las Brigadas Internacionales, me acogió con afecto en su piso de la rue du Chat-qui-pêche, un maloliente callejón que daba al Sena muy cercano a Saint-Michel. Allí vivía feliz con su mujer y sus siete hijos, todos amontonados y contentos. "

Cabo de Palos julio 2008

Trabajando

 





"Flecha, mi fiel felino, que nunca me ha echado en cara si no hacía la cama, si no fregaba los platos, si dejaba la tapa del váter subida. Flecha, que nunca me convino si llegaba tarde a casa, que no se cansaba de oír mis historias. Flecha, que cuando me veía llorar de pura amargura, acercaba su carita a la mía, ronroneando y me lamía en la barba y nos quedamos los dos dormidos en el sofá. Flecha, que un buen día conoció a Carmen y, en menos de cinco minutos, la sedujo. Nuestro fiel Flecha, que supo integrar dos familias en una."

Escribiendo Agradecimientos...

 


"La concepción, el desarrollo, la redacción y la publicación de esta novela que usted acaba de leer, no hubieran sido posibles sin las personas a las que cito a continuación. Soy consciente de que algunos de los nombrados hubieran preferido no ser citados y que otros no aceptarán mi agradecimiento. Sin embargo, todos los nominados han hecho realidad el Manual del Buscador de Oro y, puesto que es de  bien nacidos ser bien agradecidos, vayan por ellos mis agradecimientos, sin ningún tipo de orden cronológico o alfabético para no ofender a unos ni ningunear a otros. Por otra parte, las cosas han sido como han sido y poco puedo hacer yo por cambiarlas."

martes, 13 de julio de 2010

Reseñas II

Crítica aparecida en Anika entre libros

Jacques Thibodeaux
 
Lo que más llama la atención en "Agradecimientos" es su sorprendente estructuración literaria : una primera parte donde el autor de un supuesto libro deja constancia de sus agradecimientos a las personas que hicieron posible su redacción y publicación, donde lo importante es el pie de página, escrito con tal desparpajo que da lugar a que se destape la vida del autor -y de los agradecidos- en tres épocas diferentes y con tres temáticas distintas (política, policial y literaria). El escándalo es de gran magnitud, pues resulta que el autor del supuesto libro es también el autor real de "Agradecimientos", es decir, nos hallamos ante una autobiografía real en todos sus sentidos.

Para que así sea, Santiago González Carriedo, el autor, deja que la segunda y tercera partes sean para que, epistolarmente, los agradecidos de la primera parte puedan utilizar el derecho de réplica. Es cuando el lector se da cuenta de que no todo lo que le ha sido contado tiene, forzosamente, que ser verdad, o mentira, según se mire, ya que la visión y versión de los mismos hechos no coincide muchas veces según la persona que lo cuenta. Por esta razón creo que González Carriedo ha utilizado esta estructura literaria: para evitar que haya un narrador omnisciente, a pesar de estar escrita toda la obra en primera persona -o primeras personas-.
Todo esto puede aparecer como un lío monumental; sin embargo, el argumento de la novela resulta claro y límpido, sin lugar a equivocaciones o dudas, aun cuando las tres épocas y las tres temáticas se entremezclen continuamente. Este es otro éxito de "Agradecimientos": las cosas nos son contadas como nos ocurre en la vida real, es decir, sin aparente orden ni concierto; nosotros escuchamos y narramos nuestro devenir diario de la misma forma, de manera tal que gran parte de las energías que empleamos en el acto de la comunicación las consumimos en ordenar lo que parece un caos.
En este sentido, qué duda  cabe que esta novela de González Carriedo acaba resultando mucho más realista que las que con este adjetivo solemos nombrar. Desde luego, "Agradecimientos" se sitúa infinitamente más cerca de Vila-Matas, de Borges o de Bolaño que de Delibes, Cela, Llamazares o Trapiello. Es una obra fresca, bien escrita, ávida en su lectura, que gustará más o menos pero que nunca dejará indiferente.
Únicamente sentimos no tener prácticamente ninguna información de Santiago González Carriedo más que la que él mismo nos proporciona de sí mismo en este relato. Ni siquiera a través de Google llegamos a saber algo más sobre este autor que, a pesar de haber nacido en 1955, declara que "Agradecimientos" es su primera obra publicada, pero la cuarta en haber sido escrita. Nos gustaría saber cómo son las otras tres, al tiempo que desearíamos no tener tanta duda sobre su vida y personalidad.

Reseñas I

Crítica aparecida en Anika entre libros

Cbartleby (Registrado)
Sin duda alguna, el punto fuerte de "Agradecimientos" reside en tan original método de presentar la historia. Ese proceso intermitente que prescinde de la cronología temática, facilitado por el hecho de que la novela entera está presentada poco a poco en los pies de página (posteriormente en diversas cartas y manifiestos), permite al escritor una mayor libertad y obliga al lector a convertirse en un fotógrafo, que debe llevar cada personaje (con sus respectivos comentarios y episodios) a revelar con sumo cuidado. En el cuarto rojo en que se ha convertido su mente, deja que poco a poco se sequen los pedazos cual instantáneas, y, allí tendidas, las observa y va reconstruyendo el universo detrás del personaje que es el escritor.

Muchos autores gustan de un estilo basado en difuminar hasta el extremo su propia realidad y la ficción más literaria, introduciendo su propia figura (el escritor/autor) vistiéndola de personaje, creando aquello que los amantes del sci-fi definirían como "universo paralelo". Se siembra pues la confusión y la duda de forma extra-argumental, puesto que el lector tiende más a cavilar si fuera del libro ocurrió y no a profundizar y confiar en la ficción en sí, la que te otorga la novela. Santiago González disfruta de ese método de balancear la opinión sirviéndose de un vaivén de conjeturas, una batalla de voces, armando y desmontando concepciones e impresiones. Una prosa ágil y sencilla, amable a ojos tranquilos y que mima el entretenimiento. Un bonito experimento que quizá en mi opinión aspiró a una trama demasiado elaborada pero que, sea la versión que sea, queda clara.
 
Cbartleby

Primeras páginas

La concepción, el desarrollo, la redacción y la publicación de esta novela que usted acaba de leer, no hubieran sido posibles sin las personas a las que cito a continuación. Soy consciente de que algunos de los nombrados hubieran preferido no ser citados y que otros no aceptarán mi agradecimiento. Sin embargo, todos los nominados han hecho realidad el Manual del Buscador de Oro y, puesto que es de bien nacidos ser bien agradecidos, vayan por ellos mis agradecimientos, sin ningún tipo de orden cronológico o alfabético para no ofender a unos ni ningunear a otros. Por otra parte, las cosas han sido como han sido y poco puedo hacer yo por cambiarlas.



El equipo de Ediciones Próxima, por todo el apoyo que de ellos he recibido.¹


¹José María López, Jefe de Redacción; Laura Fernández,
Responsable de Distribución, Juancho Calvino, Relaciones
Públicas y Ernesto Sanchidrián, Director. Al principio se
mostraron desconcertados ante el desarrollo de la novela.
López no quería ni oír hablar de su publicación, aduciendo
que Ediciones Próxima no podía dar pábulo a la historia de
un presidiario; yo creo que López tenía miedo de verse
envuelto en una trama de ayuda al delito y de dar cobijo a un
delincuente; en varias ocasiones expuso su punto de vista en
el que mezclaba sin orden ni concierto sus preferencias
literarias, la hipoteca de su piso, las letras del coche y la
cantidad de dinero que se gastaba en pañales mensualmente.
No llegaba a fin de mes. Ernesto Sanchidrián estaba aún más
tenso que López, porque dudaba de que Ediciones Próxima
llegara a fin de mes; le hacía falta un golpe de suerte para
reflotar la empresa y evitar un expediente de crisis. Le pidió a
su relaciones públicas, Juancho Calvino que airease entre la
prensa y los críticos que tenía en su poder un manuscrito que
podría ser la revelación literaria más importante en España
desde Bartleby y compañía. Juancho realizó su trabajo a la
perfección, mucho antes de que se tomase la decisión de
publicar el Manual del buscador de oro. Fue entonces cuando
López entrevió la posibilidad de vivir desahogadamente en
Colombia con unos cuantos millones de más. Laura
Fernández prometió una distribución eficaz que incluiría,
además de grandes superficies y librerías especializadas
reales y virtuales, gasolineras, supermercados de baja gama,
quioscos, el boca a boca , vendiendo al Círculo de Lectores
los derechos de la edición especial. Laura era mi contacto con
el mundo y en más de una ocasión me escondió en su propia
cama.


La señorita Marga Esplugues mecanografió el manuscrito, teniendo que descifrar mi difícil letra.²

² La señorita Esplugues corrigió además mis numerosas faltas
de ortografía y de gramática. Me mostró siempre con gran
delicadeza y profesionalidad todos mis errores. Marga se
encontraba en una difícil situación vital y este trabajo supuso
para ella la prueba de que su vida aún no se había acabado.
Cercana a la jubilación, estaba en plena depresión cuando la
conocí. Siempre se mostró de acuerdo con mi texto y, a pesar
de no poseer ni voz ni voto en Consejo de Redacción, intento
influir, sin mucho éxito, en mi favor. Me di cuenta de que se
había enamorado de mí y ello me supuso un espinoso
problema moral, pues la opción más fácil, mandarla a freír
espárragos, no me parecía la más justa. Lo cierto es que, con
tanto miramiento por mi parte, acabó por pensar que tenía
alguna chance conmigo, un prófugo de la justicia que nunca
dormía dos veces seguidas bajo el mismo techo (excepción
hecha del piso de Laura). Aunque se llevó una gran
decepción cuando supo quién era yo, siguió queriéndome en
secreto y hoy en día somos grandes amigos y confidentes. En
la actualidad es mi agente literaria.


El juez don Lorenzo Téllez puso todas las trabas que pudo a los recursos que mi defensa iba presentando en vista a concederme la libertad condicional. Pero es parte de mi vida y, aunque él no lo quiera, le muestro mi agradecimiento.³

³ Don Lorenzo me persiguió con saña cuando me escapé del
penal del Dueso a nado. Mandó a todos sus dóbermans en pos
mío. En particular, la presencia en la persecución del
inspector Otero me resultó francamente lesiva. De él escribiré
más adelante. En su momento, no pude recurrir a don
Lorenzo, por enemistad manifiesta; incomprensiblemente, el
CGPJ admitió que fuera el juez de mi caso a pesar de
mantener yo en aquellos momentos una conocida y nada
secreta relación con su segunda esposa. El juez se había
casado en segundas nupcias con su joven secretaria, Emma, a
la sazón alumna mía en la Escuela Oficial de Idiomas. Emma
vio la posibilidad de pegar un braguetazo de categoría sin que
ello fuera óbice para mantener intacta su independencia. Así
se lo propuso a don Lorenzo y éste, calladamente, aceptó, no
podía ser de otra forma si pretendía una mujer de bandera
para las recepciones. No contaba con que Emma, además de
bandera, también era pendón. La relación que mantuvo
conmigo la mantenía con cualquiera; mi mala suerte fue que
yo estaba encamándome con ella en la época de mi detención,
lo fue publicado por la prensa y quedó reflejado en el auto de
instrucción.